martes, 9 de octubre de 2007

“Lo Guay” y “El precio Justo”


Con las ganas de un niño que estrena mochila y bocadillo de media barra llegas a tus clases. Emoción concentrada por momentos, nervios en el estómago como aquel que se encuentra enamorado y siente que vuelve a ver al amor de su vida después de un letargo que aunque puedan ser segundos se sienten a la vez como años de espera, y años que de la misma forma se transforman en segundos de intensa alegría.

Todo el escenario se encuentra preparado: los nuevos compañeros, los profesores, las mejores asignaturas (elegidas como quien escoge el mejor caviar y el mejor jamón de Jabugo)… pero algo falla en este plan, a priori, tan perfecto.

Vuelves a notar que las miradas se centran en ti, “El nuevo”. Eso en principio te motiva, te impulsa a acercarte a la gente, presentarte, interesarte por la gente con la misma inocencia de un niño que sopla su tarta de cumpleaños mientras todos miran expectantes… pero algo falla en este plan, a priori, tan perfecto.

¡Las asignaturas inmejorables! Los profesores la verdad es que brillan como cualquier cosa menos como profesores propiamente dicho. No importa, te diviertes con tus compañeros, vas a la cafetería, te ríes, miras con cierto desdén esos exámenes de Febrero que parecen tan lejanos… pero algo falla en este plan, a priori, tan perfecto.

Nos vamos a Almorzar. La comida no es que sea de Reyes, aunque tampoco se puede esperar mucho de un Menú bastante cutre, en el pleno sentido de la palabra, por tres euros. El arroz parece insípido al máximo, partes duras y quemadas que afloran alternadas con otras absolutamente pasadas. Pero no importa, son asuntos triviales que no hacen sino causarte gracia y rememorar viejos tiempos cuando ibas al comedor infantil y contemplabas como la cuchara de palo se quedaba incrustada en la masa compacta de lo que debían ser unas lentejas…pero algo falla en este plan, a priori, tan perfecto.

Y es que empiezan los primeros comentarios. Al principio prefieres pensar que no son sino simples apreciaciones que los humanos a veces tenemos para expresar nuestras opiniones y nuestro nivel de agrado con nuestros semejantes (qué bonito suena así). Pero la realidad es que detrás de esas palabras que escritas y habladas pueden sanar tan sumamente honorables se esconde la más cruda manifestación de crueldad humana que se puede dar en las personas, cada vez menos humanas por cierto. Y ahora sí que el plan ya no parece tan perfecto.

No mucho más tarde te das cuenta de que ya no eres coparticipe en esos ruedos de “caza de brujas”, precisamente porque tú eres ahora la bruja. Son esos momentos en los que la neura se apodera de ti y te da por mandar a tus neuronas que se ejerciten dando vueltas en S alrededor de tu cabeza, imaginando qué narices tendrás tú para caer en desgracia para con tus semejantes inmediatos de clase. El plan ya deja de parecer perfecto para convertirse en algo indefinible en el lenguaje culto.

Con el tiempo recapacitas, dejas que tus neuronas hagan piruetas sobre tu cabeza y con la ayuda de gente tan maravillosa y fabulosa, que es aquella que siempre está ahí, llegas a la conclusión de que en realidad esas personas que de forma gratuita y que sin ningún estímulo externo aparente se dedican a colocar la etiqueta de su valor a las personas como el que precinta los artículos en el supermercado, no sólo no te merecen la intensa gimnasia de tus pobres neuronas, sino que además vives mucho mejor sin estar rodeado de su constante estrés de sed de crítica y sobretodo de vacío interior que no hay por donde llenarlo, porque es un saco sin fondo que no hay forma de colmarlo. Es en esos momentos cuando caes en la cuenta de que esos “fantásticos” que tú mismo terminas bautizando como “Los guays” se pueden quedar en su sitio con su mierda, porque tú no la necesitas para vivir. Y es precisamente en esos momentos cuando llegas a la conclusión de que el plan puede ser perfecto, siempre y cuando parta de ti y vaya hacia ti y las personas que realmente no necesitan de los comentarios insidiosos del resto para sobrevivir.

Gracias Vero

3 comentarios:

Anónimo dijo...

30 mil moscas no pueden estar equivocadas ... comer mierda

Anónimo dijo...

Si me clasificas o me etiquetas, me niegas (Kierkegaard). ¡Qué necio negar sin conocer!

Narrativagay.com dijo...

Ole a ese campeón! Lo mejor es pasarse los comentarios de la gente critikona por el forro, y sobre todo reirse del aburrimiento que tienen que tener para que critiquen a los demás.
Les gusta criticar el tabique ajeno, cuando no ven la peazo de viga que tienen delante de sus narices. (Refrán de mi abuela a estilo libre)
Besazo Wapo!!!